Las plantas silvestres nos surten de remedios y medicamentos, de relajación e inspiración, y de sustento. Nos estamos alejando de la naturaleza sin darnos cuenta de que formamos parte de ella.
Ese alejamiento conlleva el olvido de las tradiciones populares más arraigadas, de la sabiduría popular almacenada a través de los siglos por agricultores y campesinos y, lo más importante, de los logros obtenidos por todos los grandes botánicos, esos médicos y farmacéuticos que atesoraban el conocimiento legado por sus antecesores desde el periodo instintivo de la medicina, hace ya unos cuantos miles de años, y los sucesivos periodos: mitológico, filosófico, hipocrático, etc.
Hay que recordar que desde la casi impalpable tela de araña hasta el cuerno de rinoceronte, o desde la frágil amapola, la flor de malva o el molesto galio hasta la “innoble” cicuta, todo contribuyó a aumentar el arsenal terapéutico y alimenticio y, por tanto, a alargar y mejorar nuestra vida.
Y recordemos en palabras del emblemático Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso, que “La naturaleza ha puesto el remedio al lado.Lo que se presenta en esta exposición es un herbario renacentista actualizado. Un herbario que une el tiempo antiguo de la botánica con el moderno. Esto es, lo viejo y lo nuevo de la botánica. En él se reflejan botánicos anteriores y posteriores a Linneo, la historia de cada planta, la nomenclatura actual y los nombres que les dieron los padres de la botánica.
A su vez podemos encontrar nombres vernáculos en castellano, nombres oficinales, es decir, los que se dio en la oficina de farmacia a estos medicamentos simples o plantas, y en cada pliego se reflejan además las aplicaciones medicinales más importantes de cada una de ellas, actuales y anteriores a la fitoterapia moderna.
Es un herbario manuscrito con pluma de ave o metálica, tintas elaboradas al agua y un papel especial.
Ana González-Garzo y Augusto Krause